El robot, que consta de cuatro patas articuladas con ruedas más un brazo, es un prototipo de laboratorio, no real, pues no está aislado contra la radiación ni está diseñado contra temperaturas extremas, según aclara Jorge Ocón, representante de la empresa tecnológica española GMV, que lleva a cabo la operación.
“Servirá para probar el software y poder introducir los algoritmos necesarios que le den al robot mayor inteligencia, asegura el español.
El desierto del Sáhara, en esta parte de Marruecos, no consta de dunas y largas extensiones de arena amarilla, sino de piedras de color gris desperdigadas en un suelo pardo donde brotan diminutos matorrales gracias a las últimas lluvias. Esto lo convierte en uno de los escenarios terrícolas más similares en su morfología a Marte.
En la llanura de Gare Medwar, bajo un sol implacable en este día de diciembre, una veintena de técnicos pusieron a andar al robot bautizado como “Sherpa TT” por sus creadores, los alemanes del centro de robótica DFKI, también participantes en el proyecto.
El Sherpa TT fue capaz de desplazarse ayer a lo largo de 360 metros; hoy, de tomar imágenes y recoger objetos obedeciendo así a las órdenes llegadas de los técnicos a través de la red wifi, que simulan órdenes enviadas desde la Tierra.
En un lugar tan inhóspito, sin presencia humana en muchos kilómetros, los técnicos han montado varias jaimas para guarecerse ellos y sus equipos del sol y el viento. La Gendarmería marroquí, a lo lejos, custodia el lugar y vigila para que no se acerquen curiosos.
Sherpa TT mide 2×2 metros y pesa unos 200 kilos. Su tarea hoy es recibir, procesar y ejecutar órdenes del tipo de las que recibirá en el futuro, principalmente la toma de imágenes en un tiempo marcado (lo que implica “decidir” encender y apagar una cámara) o la recolección de objetos mediante el brazo articulado.
Ocón precisa que el astromóvil tiene que ser capaz en un futuro de “organizarse” según las tareas encargadas y administrar su tiempo, e incluso de desviarse momentáneamente de su objetivo si en su camino observa objetos que pueden ser de su interés.
Todo ello -recuerda- en un entorno real en el que no existirá, como era el caso hoy, una red wifi para comunicarse con los técnicos, sino ocasiones muy precisas cada día cuando se abrirán unas “ventanas de comunicación” entre robot y técnicos que tendrán una “latencia” o desfase de unos ocho minutos entre emisor y receptor (o sea, entre Marte y la Tierra).
Cuando llegue verdaderamente a Marte, en un plazo de unos diez años -calcula Ocón- el robot ya no será como el Sherpa TT; habrá evolucionado gracias a pruebas como las de hoy que sirven para allanar la carrera espacial del siglo XXI. EFE
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