El International Monetary Fund (IMF) es el organismo que entre otras cosas supervisa los cambios entre distintas monedas. Sus responsables afirman que trabajan para lograr "un crecimiento y prosperidad sostenibles para los 190 países" que lo integran.
El pasado domingo sus investigadores publicaron un completo estudio en el que analizaban el potencial impacto de la inteligencia artificial en el futuro del trabajo, y sus conclusiones eran preocupantes. Según sus datos, la IA afectará al 40% de los puestos de trabajo en todo el mundo. En los mercados económicos avanzados la cosa será aún peor, y afectará a hasta el 60% de esos puestos de trabajo.
Trabajadores del mundo, tened miedo
En el estudio se deja claro, eso sí, que no ese impacto no será necesariamente negativo: "cerca de la mitad de los trabajos afectados por la IA lo serán de forma negativa", afirma el estudio. Las economías en desarrollo son las que menos impacto verán por la IA, pero también serán las que aprovechen menos las ventajas.
La predicción además plantea que esta revolución tecnológica será distinta a otras del pasado. "A diferencia de las anteriores oleadas de automatización, que tuvieron más impacto en trabajadores de cualificación media, el riesgo de desplazamiento por la IA se extenderá ahora a los trabajadores altamente cualificados y con los salarios más altos.
Los propios responsables del estudio dejan claro en varias ocasiones que sus predicciones no son definitivas y que "este marco conceptual está sujeto a varias consideraciones".
Entre ellas, la cualificación y la complementariedad —lo mucho o poco que un sistema de IA puede realizar una tarea, sea más o menos cualificada— hacen que el impacto varíe, ya que por ejemplo trabajadores altamente cualificados que realicen tareas muy complementarias por la IA serán posiblemente desplazados por ella (un ejemplo probable es el de los desarrolladores).
La predicción del IMF no es en absoluto nueva, pero se une a otras estimaciones pesimistas sobre el impacto que esta disciplina tendrá en el futuro del empleo. Ya en 2017 McKinsey Global Institute hablaba de entre 400 y 800 millones de personas desplazadas en 2030, un 14% de la fuerza de trabajo global. En 2018 el Foro Económico Mundial indicaba que para 2025 se eliminarían 75 millones de puestos de trabajo debido a la automatización —pero se crearían 133 millones de puestos nuevos, eso sí—. Y en 2019 Kai-Fu Lee, gurú tecnológico que fue presidente de Google y China, hablaba de que para 2035 el 30% de los trabajos serían realizados por algún sistema de IA.
Lo curioso es que dichas predicciones llegaron incluso antes de la verdadera revolución provocada por los modelos de IA generativa. Después se han producido declaraciones en ese sentido por parte de algunos grandes protagonistas de la industria. Geoffrey Hinton, que lideró el desarrollo de la disciplina en Google, apuntaba a que la automatización llegaría al 45% y afectaría a 300 millones de empleos. Sam Altman, cofundador y CEO de OpenAI, dejó claro en julio de 2023 que el impacto existirá, aunque no está del todo claro qué puestos estarían afectados. Y Elon Musk, mucho más vocal, apuntaba en noviembre del año pasado que "llegará un punto en el que no se necesitará un trabajo".
La falacia de la porción del trabajo
Todas esas predicciones plantean un futuro complicado para el mundo del empleo, y eso hace que desde hace tiempo se barajen opciones en el terreno de la renta básica universal, ese sueldo que los seres humanos recibirían ante un futuro en el que quizás casi nadie trabaje. Sam Altman es uno de los últimos grandes propulsores de la idea, y de hecho su gran propuesta al respecto, Worldcoin, va en esa dirección.
Pero hay quienes tratan de calmar los ánimos catastrofistas. Uno de ellos es Benedict Evans, el reputado analista, que ya en verano de 2023 publicaba una larga y fantástica reflexión sobre el tema. En ella comenzaba recordando que las revoluciones de la automatización siempre han tenido impacto, pero a su vez han creado trabajos que no podíamos predecir que existieran.
"Sabemos (o deberíamos saber), empíricamente, que siempre ha habido esos nuevos empleos en el pasado, y que tampoco eran predecibles: nadie en 1800 habría predicho que en 1900 un millón de estadounidenses trabajarían en "ferrocarriles" y nadie en 1900 habría predicho "postproducción de vídeo" o "ingeniero de software" como categorías laborales".
Y a partir de ahí nos hablaba de cómo la teoría económica habla muy bien de estas predicciones. En todas ellas hay que tener en cuenta la llamada falacia de la porción del trabajo.
"La falacia de la porción de trabajo es la idea errónea de que hay una cantidad fija de trabajo por hacer, y que si parte del trabajo lo realiza una máquina habrá menos trabajo para las personas. Pero si resulta más barato utilizar una máquina para fabricar, por ejemplo, un par de zapatos, entonces los zapatos serán más baratos, más gente puede comprar zapatos y tendrán más dinero para gastar en otras cosas, y descubriremos nuevas cosas que necesitamos o queremos, y nuevos puestos de trabajo".
Para él la conclusión es clara: "¡no os preocupéis por la IA!". Hemos tenido antes estas preocupaciones, y las seguiremos teniendo en el futuro. En el San Petersburgo de 1830, nos recordaba Evans, los oficinistas pasaban toda su vida adulta copiando documentos a mano. Eran fotocopiadoras humanas. En 1880 la introducción de las máquinas de escribir permitió crear textos perfectos al doble de palbras por minuto, y el papel carbón permitía crear media docena de copias gratuitas. De repente un oficinista podía producir 10 veces más que antes. ¿Qué supuso esto? Un aumento en la productividad y, atención, un aumento del empleo: las empresas no paraban de contratar nuevos oficinistas para que sus negocios siguieran creciendo como la espuma.
Insistimos como lo hacía Evans: eso mismo ocurrió una y otra vez. Lo hizo con los ordenadores en general y con las hojas de cálculo en particular. Creadas en 1979 por Dan Bricklin, que explicaba años después que la gente estaba alucinada con su productividad. "La gente pensaba que era un genio, pero yo simplemente utilizaba esta herramienta. Solo tardaba una hora en hacer el trabajo y luego me tomaba el resto del día libre". Excel no hizo que el trabajo de contabilidad desapareciera. Hizo que creciera de forma notable.
Para este analista hay otro argumento especialmente relevante. El PC e internet supusieron una verdadera revolución en el ámbito del trabajo, y aunque ahora nos parece que dichos descubrimientos lo cambiaron todo muy rápido, en realidad esos cambios tardaron años (décadas) en afianzarse. Lo mismo ha ocurrido con el smartphone, aunque ciertamente en este caso los cambios han llegado más rápido. ¿Qué pasará con la IA? Puede que ChatGPT haya sido la tecnología que más rápido ha crecido en toda la historia de internet, pero para Evans la potencial revolución que provocará se tomará su tiempo:
"Sea lo que sea lo que creas que va a pasar, tardará años, no semanas".
Así es. Puede que todas las empresas estén tratando de no perder el tren de la IA —algunas parece que sí andan despistadas—, pero por ahora la revolución que plantean los ChatGPT y Midjourney del mundo no están provocando un impacto tan notable. Microsoft 365 Copilot y el recién anunciado Copilot Pro nos pueden ayudar a hacer mejor una presentación o redactar mejor un texto, pero de momento (¡de momento!) no pueden reemplazar de forma completa esas tareas que deben ser supervisadas por un ser humano. Lo mismo con el mundo de la programación: ChatGPT, Bard o GitHub Copilot son capaces de escribir código, pero ese código puede no funcionar, y ahí es necesario de momento (¡de momento!) un desarrollador humano que se encargue de supervisar dichas salidas.
Para quien suscribe —soy optimista, lo reconozco— es evidente que habrá un impacto en el mundo del trabajo, pero también que estamos ante una nueva bicicleta para la mente. Esa misma analogía que hacía Jobs al hablar del ordenador es la que parece repetirse ahora con la IA: a día de hoy, y es probable que durante bastante tiempo, estos modelos nos ayudarán a trabajar mejor y a hacer (mucho) más en el mismo tiempo. El ordenador no hizo que el mundo dejara de trabajar, y parece difícil pensar que la IA nos dejará a todos ociosos. Al menos, a corto plazo.
Imagen | Xataka con Visual Electric
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