La mayor fuente de frustración para el neófito que se acerca a la Fórmula 1 sucede en el tiempo hasta que toma conciencia de que está frente a un deporte de ingenieros. De que más allá de lo que nos gustan los relatos basados en la actuación genial del héroe, quienes más peso tienen en los resultados de la carrera son un grupo de matemáticos, informáticos e ingenieros de motores que tras decenas de iteraciones son capaces de añadirle una décima de velocidad, un grado más de precisión, un punto más de resistencia y fiabilidad al coche.
En Shenzhen, China, con la Robomaster es difícil que ocurra tal malentendido. La mayor competición de robots del mundo nace, se desarrolla y se posiciona como un deporte para ingenieros precoces, para universitarios con ganas de poner en práctica sus conocimientos de software y robótica y de lucirlos en el torneo parido por la mayor empresa de drones del planeta, DJI. Hemos viajado hasta allá para entender y poder contar el alcance de la competición, del espectáculo más orgullosamente nerd de la faz de la Tierra.
Partidas fáciles, meses de trabajo
El mecanismo por el que compiten los robots aúna elementos de los esports, del battle royale y de la conquista de la base enemiga. Dos equipos de cinco miembros en los que cada uno controla un robot diferente se enfrentan buscando maximizar el daño que se infringen el uno al otro en disparos con pequeñas pelotas que expulsan los androides.
Cuando uno de los robots ha sufrido suficiente daño queda en suspenso su funcionamiento, siendo sólo recuperable si uno de los miembros de su equipo con rol "enfermero" lo lleva a su base donde recarga energía. Otros miembros del equipo tienen un funcionamiento limitado (los drones para poder usarlos en sitios con mucho público sólo se mueven por una cuerda) y el resto se mueve por la arena de combate según los humanos del equipo los comandan. Hay un añadido de complejidad, al igual que los coches de Fórmula 1 se detienen para repostar, los robots se quedan sin munición y deben acudir a recargar pelotas para seguir atacando.
Para entender la estrategia en la competición hay que partir de cómo se dictamina el vencedor. La base de cada equipo comienza siendo inexpugnable, sólo se le puede empezar a hacer daño si primero se ha eliminado a un robot contrario. Quien destruya la base rival primero, gana; si ninguno lo consigue en siete minutos, el que más daño haya hecho en total es el vencedor.
Es por eso que los equipos tienen incentivos para ser muy defensivos (proteger mucho a cada robot y no exponerlo) pero también un gran premio si son agresivos (todos a por un robot contrario y abrir su defensa). Los jugadores tienen una vista "en primera persona" de lo que ve el robot, como en los videojuegos, y su destreza para pilotar y disparar pesa en el resultado. Entre el valor de la estrategia y la ejecución individual, RoboMaster deja un espacio para valorar "al deportista" pero como en la Fórmula 1 ¿hasta donde puede llegar un buen piloto si el robot contrario es más ágil, rápido y preciso?
El resultado recuerda mucho a la puesta en escena de los esports. No sólo por los puestos de los jugadores, la narrativa a lo "caster" de los presentadores o la dificultad por entrar en la dinámica y entender las claves tácticas y estratégicas de la competición. También influye el segmento de población al que va dirigido la RoboMaster: jóvenes muy tecnológicos, aficionados a los videojuegos. No es de extrañar que la organización haya apostado mucho por Twitch como plataforma de retransmisión, la forma de representar esta "Champions League de la robótica" es el gancho para el verdadero objetivo.
Según nos explicaba Kevin On, director de comunicación de DJI, el interés del fabricante de drones con RoboMaster, es "promover la ingeniería y el desarrollo de software para ella como un tarea atractiva para los jóvenes en China y en el mundo". ¿No es también una cantera para que el fabricante de drones pueda fichar talento? "No realmente no es lo primero, no lo necesitamos mucho. La visión de Frank Wang (el fundador de DJI) es que quiere promover la iniciativa en robótica, que más jóvenes puedan probar su talento y poner en práctica el conocimiento más teórico que aprenden en la universidad"
En los comienzos de la competición participaban sólo universidades chinas, ahora cada vez más se están abriendo a otras de todo el mundo, con la presencia en la fase final de la edición 2018 de la Virginia Tech estadounidense y la Fukuoka University japonesa. En esta suerte de escuderías de la robótica participan alrededor de 30 estudiantes, no sólo los cinco pilotos que brillan en la arena. De hecho, es detrás del diseño y desarrollo de los robots donde se encuentran las verdaderas estrellas.
"Trabajamos durante nueve meses unas 20 personas. Lo más importante es dedicar muchas horas a la parte software de los robots y hacer muchas pruebas antes de competir". Nos lo cuenta Wenhui Chen, capitán de la "South China University of Technology", que este año ha revalidado título. "Hemos trabajado durante nueves meses desde que empezamos. Primero recibimos la información de los requisitos que deben cumplir los robots para que haya un punto de partida similar para los dos equipos, desde que los montamos, programamos y ponemos en marcha pasa mucho tiempo. Luego viene la fase de optimización que es donde puedes sacar ventaja con otros equipos antes de empezar las rondas de clasificación"
Los foráneos en la Robomaster 2018 no acabaron de dar el salto de calidad para poder competir por el título. El equipo de Virginia Tech tenía por delante el reto de derrotar a uno de los favoritos locales. Cuando hablé con su capitán lo hice tras la derrota, en una explanada del estadio en la que se amontonaban equipos de trabajo, estudiantes durmientes mientras otros gritan viendo a sus compañeros en la retransmisión en directo. Los robots de la China University of Mining and Technology no tuvieron piedad y los dejaron con una derrota, en todo caso, honrosa. "Todavía podemos mejorar mucho" apunta sonriendo, "el año que viene lo volveremos a intentar". China University of Mining and Technology a semifinales
Por una China que inventa y no sólo fabrica
DJI no nos da cifras de inversión en la RoboMaster, pero a juzgar por el tamaño de la organización, es difícil pensar en menos que varios millones de euros. En Shenzhen se apoya la iniciativa, con promoción del evento y con la cesión del estadio, un impresionante arena que los aficionados llenaron el día de la gran final.
Los motivos por los que la empresa China invierte tanto y la ciudad que la vio nacer le secunda tiene que ver también con el tipo de compañía y el futuro que deberá enfrentar el país. La gran fábrica tecnológica del mundo tiene delante de sí el reto de una población cada vez más rica que demanda salarios más altos que en Vietnam y otros países, a la vez que la automatización de las factorías permite tenerlas en occidente sin aumentar costes.
Para China el tiempo del "que diseñen ellos" empieza a terminarse, también el del que "inventen ellos". Quizás por eso se entiende la especie de veneración que se percibe por Wang Tao (Frank Wang en su nombre occidentalizado), CEO y fundador de DJI, una de las pocas tecnológicas chinas que son identificadas no sólo como la líder en ventas de su categoría - los drones - sino como el mayor innovador de la misma. Cuando en varias ocasiones hemos pedido entrevistarlo, la respuesta nunca ha dejado de ser amable, pero a la vez transmitía "es que casi me estás pidiendo reunirte con el presidente de China".
Este cruce de caminos se ejemplifica en la propia Shenzhen, una ciudad prácticamente inventada de la nada hace 20 años para aprovechar el gran negocio de la vecindad con Hong Kong mientras esta sigue disfrutando de la apuesta de Deng Xiaoping "un país, dos sistemas". Mientras que en la ex colonia británica la apertura y la libertad son mucho mayores, Shenzhen es mucho más una ciudad del régimen: el internet filtrado, la presencia de "laowais" muy escasa, las grandes fábricas junto a los cuarteles generales de las megacorporaciones chinas y el intento de crear un ecosistema emprendedor.
Esta propuesta de convertir a cerebros en estrellas deportivas encaja en la suerte de patriotismo que gusta en China. Wenhui Chen, líder del que a la postre fuera ganador habló con Xataka tras el campeonato. Tímido, sereno, cuesta arrancarle las respuestas. ¿En qué te vas a gastar tu parte del premio? (los ganadores se llevaron 70000 dólares) "Bueno es un premio colectivo, lo vamos a repartir", "ok bueno, pero tu parte, ¿te vas de vacaciones, te compras un ordenador nuevo?"; "todavía no lo he pensado" dice apenas sonriendo. A mi me recordaba a uno de esos jugadores que aparecían en Oliver y Benji, encerrado en su mundo, perplejo al encontrarse en la situación de responder a un periodista de la otra parte del planeta que le hace preguntas que le resultan extrañas.
Se sueltan sus compañeros - Zeling Yang y Junpeng Xuan - algo más cuando hablamos de robots y partidas. "En las semifinales estuvimos realmente bien" apunta Yang , que ostenta el puesto de segundo del equipo. Y es cierto que lo estuvieron, en ese momento protagonizaron uno de los momentos álgidos de la competición. Servidor, que todavía se está iniciando en saber apreciar un buen partido de RoboMaster, se lo pasó realmente bien al empezar a entender la táctica desplegada y como la mayor agilidad de las unidades del equipo ganador le permitieron desplegar el ataque "todos a una y te rodeamos y eliminamos pero si no lo conseguimos tenemos la rapidez de retirarnos a tiempo". Os dejo un vídeo en que se muestra un final de partido épico desde el público.
Todavía no estoy seguro de si esta especie de ingeniería espectáculo va a ser capaz de conseguir los objetivos marcados por DJI, mi siguiente objetivo sería hablar con más jugadores y también preguntar algo más a los organizadores.
Apostar por ganar, estar preparado para la derrota
"¿No tenéis miedo de que otra empresa China os haga lo que tantas empresas chinas están haciendo a compañías innovadoras de otras parte del mundo: un modelo parecido, quizás no tan bueno, pero si lo suficiente para que el usuario lo compre si vale mucho menos?" Kevin On se defiende, "ya tenemos drones muy baratos como el Tello, somos muy competitivos para el valor que ofrecemos y tenemos la estrategia de sólo lanzar cuando tenemos algo realmente innovador".
El director de comunicación de DJI no lo dice, pero lo cierto es que su compañía además de el lado innovador tiene unos costes de fabricación contenidos. No es imposible, pero tampoco parece probable que le ocurra como a GoPro y la oleada de fabricantes chinos que ha bajado el punto de precio en la categoría de marcas de acción. Por el camino sus grandes competidores, la francesa Parrot y la también china Yunnec, han tenido que acometer despidos significativos en sus unidades de drones. En Estados Unidos 3dRobotics y la propia GoPro tampoco han conseguido levantar el vuelo en la categoría. Hoy por hoy DJI es un sinónimo de drones.
Como la primera vez que estuve en un torneo grande de LOL, alguien tan del siglo XX como un servidor no deja de tener una sensación de extrañeza ante el fervor de un deporte con máquinas y videojuegos de por medio
Es por eso que le trasladamos algunas de las preocupaciones de la categoría. ¿No temen el uso militar o para la vigilancia masiva de ciudadanos, la preocupación de Estados Unidos de la privacidad de los datos siendo una empresa china con una brutal cuota de mercado en Norteamérica? "Nosotros hacemos drones para la paz, no están diseñados para el uso militar. No podemos garantizar el uso que le van a dar los clientes, pero no es un producto para el ejército" "En privacidad tenemos modos en local y por supuesto garantizamos que los datos no se acceden por terceros" Apunta Kevin On, que no se mueve un milímetro del discurso oficial que como director de comunicación de DJI ha diseñado él mismo.
Cuando eres el líder de la categoría y casi todos huevos están puestos en ese cesto, disfrutas cuando ésta sube pero también cargas con el peso de la imagen pública de la misma. En DJI señalan casos como el del bañista rescatado gracias a un drone; ese mismo ejemplo puede ser utilizado como muestra de que un drone te puede detectar y, con el software detrás adecuado, reconocer a cientos de metros.
Por todo este debate me interesaba hablar con el capitán de la universidad estadounidense presente en el evento, la de Virginia. Nuestro interlocutor cumple el estereotipo de chino-americano: bueno en matemáticas e ingeniería, estaba en su salsa en una competición como RoboMaster. Resultad menos tímido, el que con más facilidad nos cuenta y nos explica. "¿Cual es mi proyecto de futuro cuando sea ingeniero? Quiero ser profesor y enseñar robótica a los niños para que sepan todo lo que van a ser capaces de hacer"
En su partido de eliminación, los estadounidenses mostraron cierto voluntarismo, pero a la postre fueron aplastados por los asiáticos. "Algo que recomiendo a las universidades que quieran participar es tener alguien que hable chino. Al menos estos años la documentación en su idioma estaba disponible dos semanas antes que en inglés, eso te da ventaja en el desarrollo". A pesar de que los resultados de la RoboMaster no invitan al optimismo para occidente, puedo subrayar que en una partida para la prensa en los cuarteles de DJI, el equipo "austríaco-español" consiguió una clara victoria frente a un cuadro oriental que mordió el polvo. Universidades españolas: hay esperanza.
Yo quiero diseñar el traje de Ironman
El día de la final nos pegamos al público. Si bien los días previos, con las eliminatorias, había más calma y lugares vacíos en las gradas, llegado el momento de la verdad la afición de Shenzhen respondió en cantidad y pasión desplegada en las gradas. Como la primera vez que estuve en un torneo grande de LOL, alguien tan del siglo XX como un servidor no deja de tener una sensación de extrañeza ante el fervor de un deporte con máquinas y videojuegos de por medio.
DJI parece que va a tener paciencia. "Nuestros planes con RoboMaster es que sea cada vez más internacional y que sea sostenible económicamente"
Quizás de ahí surja mi escepticismo, creo que faltan muchos años para que deportes electrónicos (¿o deberíamos considerar RoboMaster como un deporte robótico?) puedan contar con la masa crítica suficiente para acercarse a los tradicionales. A pesar de las cifras que circulan - muchas veces comparando visualizaciones planetarias en Twitch con las no tan comparables de audiencia local en televisión - el evento de DJI no es la excepción y todavía tiene ese punto de extrañeza en gran parte de la sociedad local. Como me dijeron algunos residentes en la ciudad, "la expectación en la ciudad no tiene ni punto de comparación con cuando viene un gran equipo de fútbol o un cantante famoso".
DJI parece que va a tener paciencia. "Nuestros planes con RoboMaster es que sea cada vez más internacional y que sea sostenible económicamente". Para lo segundo se quieren apoyar en patrocinadores - banca, consumo, otras tecnológicas chinas - y para lo primero "bueno, por eso estáis invitados a venir" apunta Shuo Yang, project manager del evento. Alumnos y profesores universitarios que leéis Xataka: alguien quiere seduciros.
"Lo más difícil es que cuesta mucho esfuerzo mantener al equipo tanto tiempo junto con un mismo objetivo, hay muchos momentos de frustración, los chavales tienen presión por los exámenes y las notas, a veces son poco constantes en sus compromisos". ¡Y esto lo dice una de las capitanas del equipo japonés! "Otro factor en conseguir los recursos, hay costes de viajes por ejemplo" plantea de forma pragmática el capitán del equipo norteamericano. "Nosotros también necesitamos patrocinadores"
A partir de que pudimos hablar con la capitana de los japoneses, era interesante que aunque se mantenía una patente mayoría de chicos, la presencia de chicas en los equipos era significativa, por encima del ratio de estudios en muchas ramas STEM. O la ingeniería pura está consiguiendo romper la desigualdad tan marcada o el cambio está tomando cuerpo en China por la vía de convertir la disciplina en algo no sólo prestigioso en la sociedad o con sueldos más altos que otros empleos, sino algo atractivo, cool, de la que salen una suerte de precoces estrellas mediáticas.
Acaba la final y se apagan las luces en el Shenzhen Arena. Gana la South China University of Technology, la favorita, la anterior ganadora que sobrepasa a la también china Northeastern University. Vamos a entrevistar a los capitanes que vienen de hacerse la gran foto, recibir el premio - 500000 yuanes, unos 60000 euros - y ser agasajados como nunca habían sido uno de industriales, un informático y un jugador de videojuegos (bueno, estos quizás sí). Les hago la misma pregunta que hice a otros participantes de la RoboMaster, qué meta quieren alcanzar en el mundo de la robótica:
"Yo quiero demostrar a la anterior generación china que los jóvenes también somos trabajadores y vamos a sacar al país adelante" apunta el líder del equipo ganador chino.
Sonrío al recordar lo que me respondieron el capitán norteamericano y el jefe de diseño de robots del equipo japonés. "Quiero dar clases para que los niños amen la robótica" dijo el primero; Haramori tras la derrota y ya pensando en el viaje de vuelta a Fukuoka me respondía con la cara de quien hace una confesión sincera "Yo lo que realmente quiero es construir el traje de Iron man""
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