A pesar de los esfuerzos de la industria en superar la excesiva dependencia del teléfono móvil en nuestras vidas, su visión acerca de cómo será el hogar en el futuro pasa, irremediablemente, por este aparato. Por mucho que se intente, los «smartphones» seguirán siendo el centro de la experiencia. Pero se empieza a abrir el árbol de opciones. Asistentes digitales hasta en la sopa, televisores con resoluciones mayores y un árbol de infinidad de productos conectados son los que traccionan hacia nuevas formas de interactuar con la vivienda. Los grandes fabricantes del sector se la tecnología de consumo han dibujado en IFA de Berlín (Alemania), la mayor feria de electrónica de Europa, los nuevos cachivaches que pretenden conquistar al público. Unos inventos que resultan familiares porque en los últimos años todos los electrodomésticos empiezan a aumentar sus capacidades gracias a conectarse a internet. Uno de los espacios del cambio es lograr que «hablen» entre ellos. De nada tiene sentido tener una persiana automática si no existe un mayordomo digital que transfiera esa orden para ejecutarla. De ahí que los asistentes digitales empiecen a integrarse en los dispositivos domésticos, aunque se aprecia más una visión «marketiniana» del asunto que satisfacer las verdaderas necesidades de los consumidores. Lavadoras que se pueden programar desde el móvil, hornos que por medio de un software de inteligencia artificial que tiene en cuenta los horarios del usuario y calientan dos platos a diferentes temperaturas, aspiradores que te envían una notificación al móvil cuando ya ha recogido el polvo o frigoríficos con los que consultar recetas desde una pantalla digital. Muchos inventos que ponen el foco en intentar hacerla vida más cómoda al usuario, pero que demuestra que la solución encontrada por la industria es crecer aún más la filosofía de «Internet de las Cosas», aunque en ese esfuerzo surjan grandes dudas acerca de la privacidad y seguridad de los productos. La Inteligencia Artificial es el mantra al que se han aferrado las marcas para lograr una vivienda «inteligente», pero las compatibilidades entre marcas todavía representa un futuro muy difuso. Cada compañía cuenta con sus propios acuerdos. Pero lo que más fuerza ha cobrado en esta edición del evento berlinés es que, al igual que lo manifestado en el CES de Las Vegas o el Congreso Mundial de Móviles, la personalización de los productos es otro de sus pilares. Adecuar los contenidos al perfil de usuario es el desafío. Los asistentes digitales empiezan a disociar al receptor incorporando sistemas de reconocimiento de voz para entregar un resultado u otro en función de la persona que emite la orden. Es también, un año más, un ejemplo de la intensidad de los fabricantes en lanzar sus productos con la mayor celeridad posible. Un desafío perenne pese a los avances de estos sistemas, puesto que no son totalmente fiables y, en realidad, tienen muchas limitaciones como para afirmar con rotundidad de que estamos ante un robot que actúa de manera autónoma como se ha representado en infinidad de novelas y películas de ciencia ficción. Todavía, es cierto, no se ha alcanzado ese nivel. Aunque otra cosa es cierta, el teléfono móvil y el televisor siguen siendo los reyes de la fiesta. El móvil porque es lo que más nos pilla de cerca. Es el año en que se ha roto el mercado. No hace falta ya gastarse mil euros en un terminal porque los productos, principalmente de firmas procedentes de China, han dado un vuelco al mercado. Se inspiran en productos de firmas más veteranas, es cierto, y resulta a simple vista casi distinguir unos de otros, pero han tirado los precios para intentar conquistar al público con modelos de altas prestaciones que, en muchos casos, no superan los cuatrocientos euros. Una tendencia que va en aumento: en 2017 se vendieron en todo el mundo 1.478 millones de teléfonos inteligentes, con un precio medio de 276 euros en un mercado en el cada vez hay más competidores y menos beneficios salvo para las grandes firmas como Apple o Samsung. Los relojes inteligentes también han apreciado un reflote gracias al empuje de marcas, tanto procedentes de la esfera tecnológica como relojeras tradicionales, que han renovado sus colecciones para esta temporada con diseños más elegantes, con capacidades independientes y un enfoque más deportivo. Luego está la «caja tonta», que continúa explorando nuevas tecnologías de imagen. Desterrados ya los diseños extravagantes y las curvas, los fabricantes se han volcado en los dos últimos años a mejorar las resoluciones y mejorar la experiencia. Este es el año de la llegada de los primeros televisores con 8K , una resolución que duplica las de las pantallas con el 4K o UHD. Una nitidez, sin embargo, que viene acompañado de un problema adicional: los primeros contenidos no estarán disponibles antes de 2020. Pero para sacarles partido se ha pensado en un truco técnico. Dada la carencia de contenido adaptado a este formato, los fabricantes han incorporado un software especial basado en Inteligencia Artificial que logra un reescalado de imagen. Lo que consigue es «pintar» los píxeles que faltan cuando se agranda la retransmisión hasta reproducir a 8K. El resultado, según lo mostrado por las marcas, es impecable y evita de esta manera que se vuelvan a cometer los mismos errores de antaño. Y, para colmo, la «tele» cuanto más grande, mejor. Sus dimensiones no dejan de crecer; las pantallas de más de 65 pulgadas, monstruosas, se empiezan a vender con más asiduidad.
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