Los avances en medicina han estado, en muchas ocasiones, supeditados a la tecnología de la época. La innovación ha sido, sin lugar a dudas, un gran aliado a la hora de curar enfermedades y resolver problemas de salud. Los robots, la nanotecnología y las máquinas pueden contribuir a este objetivo. Un grupo de investigadores del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) ha desarrollado un minúsculo dispositivo electrónico del tamaño de un óvulo humano (unos 0.14 milímetros) capaz de «detectar su entorno, almacenar datos e, incluso, llevar a cabo tareas de computación». Los expertos creen que estos diminutos circuitos electrónicos, diseñados con materiales bidimensionales capaces de transportarse en unas partículas llamadas coloides, pueden fluir a través de instestinos o el sistema digestivo humano para detectar posibles patologías en diagnósticos médicos dado que pueden permanecer suspendidas de manera indefinida en líquido. Pero también a través del aire, de ahí que es posible emplearlos para analizar otros compuestos en el interior de una refinería de gas o petróleo. «El objetivo era descubrir métodos para hacer un injerto de circuitos electrónicos completos en partículas coloidales», explica en un comunicado Michael Strano, profesor de ingeniería química en el MIT y autor principal del estudio, que se publicó en la revista «Nature Nanotechnology». Para enterlo es necesario, sin embargo, acudir a qué son los «coloides», una sustancia que al entrar en contacto con un líquido se dispersa lentamente. La espuma de la cerveza o la espuma de afeitar es un sistema coloidal. Tomando de base este comportamiento, los investigadores han logrado crear un minirrobot de soplo 100 micrómetros ancho (0,01 centímetro) sobre un material de sustrato que, posteriormente, se disolvió para lograr que los dispositivos individuales pudieran flotar libremente en una solución. Los expertos aseguran que mientras otros grupos han investigado dispositivos robóticos de pequeñas dimensiones, este proyecto con coloides se ha enfocado en el desarrollo de formas de controlar el movimiento, aunque este ha sido uno de los grandes desafíos: les ha obligado a desarrollar flagelos similares a las colas de un espermatozoide para poder propulsarse. Un enfoque que los investigadores asumen que no es el «más idóneo» dado que para que este tipo de dispositivos sean «más funcionales» se requiere de una mayor movilidad por un entorno en particular. Estos minúsculos robots fabricados por el MIT están autoalimentados y no requieren de una fuente de alimentación externa. Tampoco emplean baterías internas, recoge el estudio. Tan solo necesitan de un simple fotodiodo para recibir la escasa electricidad que los circuitos necesitan para gestionar los circuitos de computación y la memoria. «Eso es suficiente para permitirles recoger la información de su entorno, almacenar esos datos en su memoria y luego poder analizarlos», añade.
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