Desde que se desvelara hace tres años, el ambicioso proyecto del gurú Elon Musk para conectar el cerebro humano a una computadora no había dado más detalles. Solo se sabía, en parte, las intenciones de Neuralink, otro de los juguetes del empresario. Y sus planes rozan casi la fantasía: la compañía pretende crear microchips cerebrales. Las posibilidades que vislumbra son muy amplias: tratarán enfermedades cerebrales y permitirán una inteligencia sobrehumana. El magnate de la tecnología, que está detrás de faraónicos proyectos como SpaceX o Tesla, ha asegurado en una presentación este martes en la Academia de Ciencias de California en San Francisco que las pruebas en humanos de su tecnología se empezarán a realizar el próximo año en caso de obtener la aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos, el regulador médico de EE.UU. De momento, se han practicado ensayos en laboratorios con monos y ratas. Realidad o ficción, la iniciativa tendrá implicaciones médicas. Por ahora, sin embargo, se encuentra en una fase demasiado embrionaria para considerarlo como algo verdaderamente revolucionario. Su objetivo, según explicó, es «resolver los trastornos cerebrales de todo tipo», aunque permitirá también que los humanos se fusionen con una inteligencia artificial, ampliando así sus capacidades. La primera versión del proyecto pretende utilizarse para ayudar a los pacientes con problemas de movilidad o con miembros amputados a controlar algunos aparatos electrónicos como sus teléfonos inteligentes y teclados. «Un mono ha podido controlar una computadora con su cerebro», aseguró. A largo plazo, aseguró, el objetivo será «lograr una especie de simbiosis con inteligencia artificial». Un sueño que, a su juicio, va a ser real en poco tiempo y tendrá un «impacto menor» que las actuales interfaces cerebro-computadora. Pese a todo, los primeros indicios apuntan a que una versión comercial del proyecto tiene todavía un «largo camino por recorrer». La idea consiste en la implantación de un diminuto microchip en el cerebro de un tamaño de 4 x 4 milímetros que estará conectado a miles de hilos microscópicos -más delgados que el cabello humano- compuesto por miles de electros y que estarán insertados directamente al cerebro a través de cuatro agujeros perforados en el cráneo. Los electrodos deberán monitorizar unos llamados «picos neurales», es decir, los impulsos eléctricos que indican la actividad cerebral. Ahí, subrayó, se producirá un lapso de tiempo en donde el chip, conocido como Sensor N1, podrá «leer» desde el cerebro e influir en su comportamiento. También añadió que ha desarrollado un robot para insertar esos hilos en el cerebro mediante una operación quirúrgica dirigida por un neurocirujano.
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