Muchos robots se inspiran en distintos animales, tratando de emular su adaptación al medio y así poder saltar, nadar correr o llegar a sitios complicados para un ser humano, como un entorno de temperaturas extremas o alguna hendidura. Para esto último la inspiración suelen ser los insectos, y lo decimos porque este resistente robot-cucaracha es el más reciente de lo que ya es un curioso historial.
En este caso, la idea es lograr un robot que pueda entrar a sitios inaccesibles o complicados como las minas para que pueda ser un avisador. Ser pequeño no es suficiente en estos casos, de ahí que más allá de lo fino que es han buscado que sea también altamente resistente.
Resistente a pisotones, uno de los peores enemigos de las cucarachas
Decíamos que hay un historial porque curiosamente en Xataka hemos visto propuestas similares desde hace unos seis años. Desde aquella primera cucaracha cyborg de la que hablamos hasta una versión más moderna, pasando por otros pequeños robots que imitaban movimientos e incluso diseño. Uno de ellos puede ser un precedente bastante directo del que ocupa este artículo, dado que también mostró ser muy resistente.
Este pequeño robot, creado por un grupo de investigadores de la Universidad de California en Berkeley, presume precisamente de ello y se ve muy bien en el vídeo a continuación. Está fabricado con fluoruro de polivinilideno (PVDF), un material piezoeléctrico (es decir, que al ser sometido a tensión mecánica adquiere una polarización eléctrica), y en este caso se aproxima también en dimensiones al común insecto, al medir más o menos lo que un sello o un pendrive.
Como se puede ver, básicamente es una fina lámina, cuya expansión y contracción proporciona el movimiento. Es capaz, según la publicación, de recorrer 20 veces la longitud de su cuerpo en un segundo y pesa menos de 1 gramo. Probaron con varias longitudes y voltajes y vieron que la máxima velocidad se lograba con 10 milímetros de longitud y una corriente de 200 voltios aplicados a 850 hercios.
Con este peso pluma aseguran que es capaz de aguantar un peso de unos 60 kilogramos sin dejar de funcionar, lo cual es más o menos un millón de veces su propio peso. Eso sí, puntualiza Liwei Lin, ingeniero mecánico implicado en el trabajo, que tras aplicar el peso "aún funciona más o menos", así que tampoco es infalible y la presión soportada tiene cierto límite hablando de seguir funcionando.
¿Y para qué puede servir? Según sus creadores, una vez se logre un diseño que no requiera estar conectado a la fuente de electricidad (encajando una batería, por ejemplo), podría ser de utilidad para rastrear lugares tras un desastre natural (que puedan ser inestables y peligrosos), especialmente cuando otros robots especialmente diseñados para ello no puedan llegar, o comprobar el ambiente de una mina (con sensores para poder analizar la composición del aire), como hemos comentado en la introducción al recordar otros robots con propósitos similares.
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