Si no te gusta tu nota, tenemos otra para ti. Parafrasear a Groucho Mark es inevitable ante la esperpéntica situación que se está viviendo en el Reino Unido, donde miles de estudiantes del equivalente de nuestro bachillerato se han visto afectados por las notas que han sacado en este curso. Dichas notas no se las ha puesto un profesor, sino un algoritmo.
La pandemia de COVID-19 y la ausencia de exámenes presenciales ha obligado a las autoridades académicas a utilizar ese algoritmo para calificar a los alumnos. El problema es que el algoritmo ha tomado en cuenta factores discutibles que han hecho que ahora cualquiera alumno pueda recurrir esas calificaciones que determinan parte de su futuro académico y laboral.
Un desastre causado por un (mal) algoritmo
Los exámenes GCE Advanced Level, más conocidos como A Level, son unas pruebas que los estudiantes de Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte realizan tras los dos últimos años de la enseñanza secundaria. Es un concepto similar al que se maneja en España con la EBAU (la antigua Selectividad) y que es determinante para que muchos alumnos puedan cursar los estudios universitarios que desean y la carrera profesional a la que intentan encaminar sus pasos.
El problema es que el confinamiento ha hecho imposible que se celebre dicha evaluación, lo que ha provocado que la nota obtenida por los alumnos no se determine por un exámen calificado por un profesor, sino por un algoritmo.
Ese algoritmo, como se ha descubierto a posteriorijum, ha resultado tomar en cuenta factores coherentes como el historial del estudiante, pero también influyen otros más polémicos como el propio historial de sus compañeros y el centro al que pertenece ese estudiante.
El Departamento de Educación del Reino Unido ha anunciado la puesta en marcha de un sistema de "triple bloqueo" (triple lock) para esos estudiantes, y que permitirá a los estudiantes recibir la máxima calificación de tres alternativas: la nota calculada por el algoritmo, las notas de exámenes de prueba preliminares ('mock exams', celebrados entre noviembre y marzo) o la nota de un futuro exámen presencial que se celebrará en otoño.
Las críticas a ese sistema son también notables, pero es el algoritmo el que ha generado las mayores protestas y unos resultados especialmente llamativos. En ellos se revela que dicho algoritmo es injusto con las minorías étnicas de entornos más pobres o de entornos desfavorecidos.
A veces la gente me pregunta qué es eso de estudiar política digital. Que no entienden cómo un WiFi o una aplicación puede tener algo que ver con las ideologías.
— Roy Cobby (@WilliamRLark) August 14, 2020
Pues aquí va un ejemplo: el sistema de predicción de notas para los estudiantes preuniversitarios en Gran Bretaña 👇
Stephen Curran, profesor y experto en educación, indicaba que "chicos de cierto origen pueden encontrarse con que su nota ha disminuido", y eso parece haber ocurrido por ejemplo en Escocia, donde los chicos de entornos más desfavorecidos tenían el doble de posibilidades de ver sus notas rebajadas en comparación con los chicos que viven en zonas más ricas.
Eso ha provocado una avalancha de apelaciones por parte de los alumnos que no estaban conforme con sus notas, pero incluso este proceso parece haber levantado nuevas ampollas. En Inglaterra, por ejemplo, la decisión de si se apela o no la nota no corresponde al alumno, sino al centro educativo, algo que otros expertos califican de "escandaloso".
Como apuntan en Wired, este caótico escenario ha hecho que la situación educativa se convierta en una situación política "y los estudiantes de hoy son los votantes de mañana".
Para los responsables del acceso a las universidades el problema es aún más importante cuando afirman que al final "muchos estudiantes -al menos los de colegios que se pueden permitir apelar las notas- acabarán obteniendo básicamente la nota que quieran" porque no hay una fuente de información fiable para establecer esa nota.
Vía | Wired
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