Piensen en robots en el cine o en las series. Seguramente su imaginario les lleve hasta un fornido Arnold Schwarzenegger en «Terminator» o al ciborg-policía «Robocop». Como ejemplos más actuales, tenemos a los moradores de la serie «Westworld», toda una sociedad de androides creados para dar rienda suelta a los instintos más bajos del hombre, desde perversiones sexuales a la violencia extrema. Ahora busquen entre todos estos referentes robots con aspecto femenino. Continuando con la moderna serie de HBO, el papel de la «fembot» se limita a damiselas en apuros o prostitutas. Lo mismo que ocurre en películas consideradas «de culto» como «Blade Runner», donde sus protagonistas femeninas son o bien modelos «de placer» y entrenados para la prostitución; o secretarias que se ven envueltas en una guerra que les queda muy grande y para la que necesitan ser salvadas. En la actualidad, este patrón servil de la mujer que se refleja en las películas ha traspasado la pantalla: los asistentes virtuales tienen nombres y voces femeninas, como Alexa o Siri; triunfan en internet modelos digitales como Shudu, que acumula 130.000 seguidores en Instagram y es parte de una agencia que solo trabaja con maniquíes que existen únicamente en el plano online; o el negocio de las muñecas sexuales a las que se las puede dar diferentes personalidades y que cuentan con inteligencia artificial para responder a los estímulos como si fueran mujeres reales (con la «ventaja» que no lo son y el terreno de la legalidad es mucho más difuso). Caras y voces bonitas «No es el cine o la tecnología los que cosifican, sino la sociedad. Y lo hace a través de la concepción androgénica que construye lo que cada cual debe ser», explica Isabel Tajahuerce, profesora de Comunicación y Género de Universidad Complutense de Madrid y directora del Seminario de Investigación sobre biotecnología, bioética, robótica y simulaciones, donde se abordan este tipo de cuestiones desde una perspectiva de género y de la comunicación. Continuando con el ejercicio imaginativo, Tajahuerce propone pensar acerca de robots que se utilizan en el rescate de personas, por ejemplo. «A estos no hace falta ponerles una cara bonita o una voz agradable, y encima se les presuponen unos rasgos varoniles», señala. «A estos no hace falta ponerles una cara bonita o una voz agradable, y encima se les presuponen unos rasgos varoniles» Por el contrario, algunas máquinas de tabaco nos dan las gracias por nuestra compra con voz melosa y femenina; o incluso Sophia, el robot humanoide más avanzado del mundo, responde de forma dulce y su cara está dentro del canon que la sociedad actual reconoce como atractivo para una mujer. ¿Cuál es el motivo de que esto ocurra? Que hay que ponerle cara al papel de servilismo que ese robot va a desempeñar, según la experta. «Se establece una imagen para el rol que no es necesaria en los robots de rescate, porque no están construidos para eso», incide alegando que, a pesar de todo, la mayoría de las veces se cae en esta «“cosificación» de la mujer, incluso la robótica, «por desconocimiento, no por intencionalidad. Y eso es muy peligroso». Sin embargo, para Tajahuerce, la tecnología no es el nuevo yugo esclavizador de la mujer. De hecho, es al contrario. «Imagina lo que era para una madre con seis hijos tener que lavar la ropa de toda la familia. La lavadora para las mujeres significó la salvación. Las máquinas no son malas y me da miedo esa visión catastrofista del futuro», sentencia. Visión de futuro Volviendo al plano cinematográfico, las creaciones audiovisuales devuelven imágenes de mañanas apocalípticos en los que la tecnología ha deshumanizado al hombre y ha convertido a la mujer en un objeto que se muestra en futuristas lupanares, precisamente como los de «“Blade Runner». «¿Por qué tiene que ser irremediablemente una visión desastrosa y profundamente machista?», se pregunta la experta, quien cree que la educación, a nivel de universidades que crean a futuros maestros, así como la responsabilidad de los medios de comunicación, es la clave. «Todo depende de que haya una formación con perspectiva de género, que hasta ahora no se ha dado, y que se aplique a todos los niveles: desde la universidad a los estudios sobre aplicaciones de inteligencia artificial». Y quizá así los robots pierdan una sexualización que solo el ser humano percibe. Mujeres que quieren ser robots Aparte de robots que tienen rasgos de «mujeres perfectas», las mujeres reales también están abrazando la tecnología como forma de llegar a la excelencia, sobre todo física. Muchas chicas sueñan con ser «influencers» a pesar de que algunas de estas nuevas «gurús» adolescentes que retransmiten su día a día en internet y redes sociales han alertado sobre la mentira que encierran sus idílicas imágenes. Miles de instantáneas con el móvil último modelo y cámara dual, retoques digitales que hacen cuellos kilométricos, pieles perfectas y piernas que solo salen en dibujos animados son algunas cuestiones con las que conviven de forma regular y gracias a las cuales ganan seguidores y dinero a partes iguales. Su máximo exponente: Kylie Jenner, quien tiene en su haber un imperio de 900 millones de dólares según recoge Forbes en su último número. Como los robots, con pose estática estudiada hasta el milímetro, ella y millones de usuarios de las redes sociales posan delante de espejos con la cabeza ladeada, los labios entreabiertos y una postura que difícilmente se aprecia en chicas de la calle. A no ser que estén delante de su teléfono móvil, claro.
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