martes, 8 de agosto de 2017

Entrenadores de robots, el trabajo del futuro

Stephen Hawking ha firmado ya una carta en la que alertó de los peligrosos efectos que el desarrollo de la inteligencia artificial podría tener sobre la especie humana. Bill Gates tampoco ha perdido la oportunidad de pronunciarse, según Gates los robots deberían pagar impuestos. Por otro lado, en Bruselas se ha barajado la idea de dar a los androides un estatus legal y en el Foro Económico Mundial ha planeado la hipótesis de la renta universal como solución al devastador protagonismo de la inteligencia artificial en el mundo laboral. La inteligencia artificial avanza a un ritmo vertiginoso, más allá del debate de si los robots finalmente serán quienes acaben pagando nuestras pensiones o si, en cambio, generarán una crisis del empleo sin precedente. Las cifras de la OCDE indican que en España un 12% de los empleos son automatizables y las investigaciones de otras fuentes más catastrofistas afirman que en la agricultura y la manufactura las máquinas supondrán una caída del empleo de hasta el 60% en los próximos años. Un robot participa en un partido de fútbol de categoría adolescente en el torneo de la liga humanoide en el RoboCup 2017- AFP Según Manuel Martín Molina, catedrático del departamento de Inteligencia Artificial de la Universidad Politécnica de Madrid, las alarmas están saltando demasiado pronto y para que estos pronósticos se cumplan: «Barajar la posibilidad de una renta básica me parece descabellado, imposible de cara a los próximos 20 años, quizás de cara a dentro de cien años tenga sentido». Reveló el experto durante su intervención en los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP). Lo que sí presagia a corto plazo es una importante brecha entre los puestos cualificados y los no cualificados porque las máquinas están capacitadas para cubrir los puestos de trabajo que realizan funciones más mecánicas en las fábricas y en las oficinas. Su enfoque sin embargo es optimista, cree que el robot «dotará al ser humano de unos brazos más fuertes que no tendrían sentido sin el músculo mental humano». En una época marcada por la precariedad laboral y el desempleo, en este sector hay una demanda de empleo que no se está satisfaciendo porque, intuye Martín, la educación va un paso por detrás: «Hay gente que debería estar ya cualificada y no lo está, esto se fortalece en la formación, en la universidad se está trabajando para fomentar estos campos pero todavía hay poca gente que quiera enfocar su carrera a esta vertiente, por eso la transformación se produce más lentamente». Se perderán puestos de trabajo mientras no se consiga llegar a una solución«Se perderán puestos de trabajo mientras no se consiga llegar a una solución», indica el científico, que revela que la factoría 4.0 está incorporando sistemas más inteligentes, sociedades de robots que van por el suelo llevando paquetes, máquinas encargadas de apretar tornillos o poner y quitar fundas a objetos. Estas creaciones, dice, son manipuladas por personas cualificadas para ello, por eso el trabajo en una fábrica implicaría en un futuro a corto plazo un constante reentrenamiento: «El entrenamiento de robots es fascinante y se necesitarán muchos puestos de trabajo para entrenar a los máquinas, una máquina no está ni estará preparada para dirigir». Plantea, pues, una esfera laboral colaborativa entre humanos y robots en la que las tareas más complejas se realizarían de forma conjunta en la que el hombre y la máquina trabajarían de forma conjunta y superarían límites imposibles para ellos de forma independiente: «La suma de los dos es la perfección». El investigador recuerda también un curioso proceso, el de la resurrección de sectores que se creían obsoletos: «La inteligencia artificial ha provocado que la historia y la humanística tengan más demanda. En cuestiones de regulación de robótica se rescatan, hay que responder a las preguntas sobre cómo convivir con la robótica». La sociedad se plantea día a día este tipo de cuestiones a las que Martín Molina tiene acceso, sin embargo, tras la ponencia confesó cuál es el reto que lo lleva a hacerse preguntas cada dia. Matemáticas, ingeniería, habilidades sociales… es cuando Molina sale del departamento colmado de optimismo y encuentra a su hijo de cinco años esperándole en casa cuando le asaltan las dudas sobre la futura incertidumbre laboral.

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