Iki tiene 7 años, vive en Alicante y tiene un deje argentino inconfundible con el que explica que su futuro brazo robótico, como llama a la prótesis que recibirá pronto, “mola mucho”.
Mola tanto que luce sus colores favoritos, amarillo y verde para el antebrazo, y una combinación de rojo y azul muy a lo ‘Spiderman’ para la mano, detalles que lo tienen entusiasmado según ha explicado a EFE el padre del pequeño, Alan Niklewics.
La prótesis de antebrazo permitirá que este niño “totalmente adaptado y que se maneja muy bien”, según explica su padre, experimente nuevas sensaciones y todo gracias a la imaginación de un profesor ‘friki’ empeñado en usar los avances tecnológicos para fabricar sonrisas.
De momento, Federico Coca ha diseñado el antebrazo, que Iki controlará con el muñón de su codo para abrir y cerrar los cinco deditos logrados gracias a una impresora en tres dimensiones.
Iniciativa con fines solidarios
Coca, profesor de un instituto de Granada, convirtió su pasión por robots y drones en parte de su profesión y dedica su tiempo libre y el que le roba al calendario a difundir la tecnología de la impresora 3D.
Estas impresoras en desarrollo exponencial permiten imprimir casi cualquier cosapara hacer desde un regalo personalizado a una pieza de repuesto de algo que se ha roto, aunque Coca emplea su pericia con estos cacharros para ofrecer la posibilidad de superar retos.
La oportunidad la está imprimiendo gracias al proyecto ‘E-nable the future‘, una iniciativa mundial con fines solidarios que nació con unos 300 voluntarios dispuestos a contribuir a la creación, con impresiones 3D, de prótesis de manos, y que supera ya los 3.900 miembros que trabajan para ofrecer prótesis de coste reducido.
Dentro de esta red solidaria, Coca forma parte de los 86 ‘e-nable matcher’ del mundo, miembros de la comunidad que cuentan con emparejamientos para hacer una prótesis para una persona concreta.
A Coca le tocó en suerte la historia de Iki y con sus suministros de plástico de colores, diseños de ordenador, hilo de pescar y paciencia, ha terminado la prótesis de antebrazo, para la que ultima a medida cada detalle, y que se convertirá en breve en el nuevo ‘brazo robótico’ del chaval.
“Cuestan entre 25 y 40 euros y se diseñan con impresoras 3D para ofrecer un recurso en casos como el de Iki”, ha explicado Coca, que ha ido probado piezas y piezas, encajando ranuras y probando para ofrecer al chaval, por ejemplo, la posibilidad de coger una pelota.
“Una prótesis para alguien que no tiene dedos es muy importante y supongo que me emocionaré cuando vea al chaval coger algo, que será chulo ver la cara que pone”, ha explicado este ‘creador’, que comparte mensajes con el niño y su familia y que anhela el momento de acabar el proyecto.
Para conseguirlo ha hecho falta fotografiar manos, adaptar la prótesis al tamaño de un niño, probar, escanear, programar, diseñar, imprimir y montar cada dedito.
Ayuda para Iki
El diseño colorista de la prótesis refleja que no se trata de un modelo profesional sino que será una ayuda para que Iki experimente y pruebe hasta que crezca, momento en el que se le quedará pequeña.
“Desde que nació, decidimos que no hablaríamos de prótesis hasta que Iki tuviera curiosidad y la idea ha partido de él. Lo vio, investigamos y nos pusimos en contacto con Federico y ahora está entusiasmado”, ha recalcado Niklewics, que trabaja con su familia para no generar demasiadas expectativas en el niño para que “vaya de a poquito, que experimente y pruebe lo que podrá hacer”.
Será una ayuda, aseguran sus padres, para poder montar en bicicleta o participar en nuevos juegos, “aunque no le sirva para tocar la flauta”.
Iki tendrá ahora su brazo robótico, un diseño con superpoderes para jugar como cualquier otro niño. EFEFUTURO
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