Es la fuerza de nostalgia la que mueve muchos de los productos de consumo. El recuerdo de la infancia, el más tierno momento de cada uno, el momento de la construcción de la personalidad, es un vehículo que transmite demasiadas emociones. A veces, ese recuerdo, sin embargo, puede desvirtuar la realidad vivida, pero para muchos cualquier tiempo pasado fue siempre mejor. Así que apelar a ese sentimiento en un videojuego lo hace ganador. «Dragon Ball Z: Kakarot», nuevo videojuego de la saga de lucha inspirada en el manga y anime japonés, se sostiene a partir de un periodo, para muchos aficionados, de indudable calidad narrativa y visual. Posiblemente, el momento de mayor esplendor de la serie en donde se construye el mito de Son Goku, el personaje principal de esta historia. Ha sido padre y vive apaciblemente con su mujer retirado de la lucha. Pero, de repente, se encuentra de nuevo ante una disputa, en este caso tras la llegada de otros «saiyans», una estirpe de guerreros pertenecientes a un planeta extinguido que desean conquistar la Tierra. El título ha adaptado de manera brillante la trama principal, aunque como es obvio han recortado fragmentos para hacerlo más liviano y concentrar todas las temporadas de una manera más ágil. Así, por ejemplo, el transcurso de Goku hacia su entrenamiento con el maestro Kaito se resuelve en cuestión de dos secuencias. La historia ejerce de columna vertebral de enfrentamientos directos con otros personajes implicados en su desarrollo, pero también sirve para lanzar al videojugador a explorar un mundo que presenta cierta libertad de acción. Ficha técnica Disponible PlayStatiuon 4, Xbox One y PC Desarrollador CyberConnect2 Género RPG, mundol abierto PEGI 12 años Precio 59.69 euros A diferencia de las entregas anteriores, en esta entrega se mezclan elementos de rol -subir de nivel, mejorar el personaje, obtención de objetos virtuales- con un mundo más abierto en donde se presta a explorar y completar misiones secundarias. Cuando se completan las misiones principales se obtienen nuevas habilidades que poner en práctica. Todo funciona, aunque en ocasiones, y conforme se va avanzando, peca de repetitivo, con movimientos y tipos de golpes que acaban siendo demasiado mecánicos. Se compensa, en cambio, con un derroche creativo a nivel visual, que te retrotrae directamente a la saga original. Es un espectáculo gráfico magnífico que permite vivir los momentos épicos de Dragon Ball Z. Y eso, en lo relativo a la fidelidad, se luce. La aventura, por culpa de esa vocación abierta, invita a realizar innumerables actividades, que van desde pescar, cazar, derrotar robots (con poca variedad de fuerza), recolectar orbes o encontrar tesoros, pero que acaban por perder algo de encanto conforme se van amasando más horas. También realizar minijuegos o gestionar la comunidad a través de los llamados «emblemas del alma», que se van incorporando conforme descubrimos un nuevo personaje. A través de este sistema se pueden llevar a cabo en acciones para mejorar la vitalidad o la amistad. Es un juego que reúne algo más que peleas, que no resultan tan técnico y complejo como «Dragon Ball FighterZ», pero ofrece grandes momentos de diversión. Es casi un homenaje, porque su verdadera fortaleza reside en toda la iconografía de la serie de dibujos animados. Un contexto que viene reforzado con la inclusión de la música original. Todo ese conjunto ejerce de voladura de todas sus debilidades.
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